SANTANDER

Estuve de visita en Santander del 7 al 10 de Marzo, con unas condiciones climatológicas inestables en la mayor parte del norte del país, aunque he de decir que al final no fue para tanto: no hacía frío, y en general tampoco cayeron grandes tormentas. De Santander me llevo sus calles limpias y ordenadas, sus edificios de corte británico y vanguardista y, sobre todo, la simpatía y educación de sus gentes.

Santander es una ciudad portuaria del norte de España que cuenta con 174 mil habitantes. Es la capital de Cantabria, lo que la convierte en una ciudad importante y con afluencia turística, especialmente en verano, cuando puede llegar a los casi cuatrocientos mil habitantes. Sus orígenes son inciertos, aunque existen evidencias inequívocas de asentamientos durante la época romana (se han encontrado restos arqueológicos en la península de la Magdalena) y reminiscencias de la época altomedieval bajo el suelo de la actual catedral. Del casco antiguo no queda prácticamente nada, y el aspecto moderno de la ciudad no es casualidad: Santander ha sufrido dos incendios importantes, el primero de ellos el 3 de Noviembre de 1893, causado por el buque vizcaíno Cabo Machichaco, que atracó en el muelle santanderino portando 51 toneladas de dinamita y ácido sulfúrico, lo que desencadenó un incendio que terminó con la explosión de la carga, y además de ocasionar casi seiscientos muertos y otros tantos heridos, destruyó las casas de alrededor del muelle. El segundo fuego data de 1941 y es el conocido como El Andaluz, porque empezó en la calle Cádiz, avivado por un fuerte viento sur, que arrasó durante varios días con toda la parte histórica de la ciudad (la mayoría de las casas eran de madera) y concluyó en la calle Sevilla. Aunque en esta ocasión solo hubo un fallecido, miles de personas perdieron sus casas y la ciudad quedó sumida en el caos. El fuego destruyó casi toda la parte medieval de Santander y trajo como consecuencia una expansión forzada de la ciudad, creando nuevos barrios como el de Santos Mártires o María de Pereda, entre otros.

Santander es indudablemente atractiva durante la época estival, con playas tan conocidas como las de El Sardinero y El Camello. Y aunque durante el invierno se pierde parte de esa magia, ello no impidió que efectuásemos un tour por los alrededores. El primer punto importante en la visita (y el que más ganas tenía de ver) era el Palacio de la Magdalena, situado en la península homónima, frente a la isla de Mouro. El pacio fue construido a comienzos del S. XX (1909) por la ciudad para acoger a la familia real española, con objeto de incrementar el turismo. En ella vivió el rey Alfonso XIII con su familia, y el estilo británico del complejo obedece al gusto de la reina, mientras que el emplazamiento resultaba ideal para el monarca, que era un apasionado de los deportes acuáticos. El palacio fue utilizado de forma regular hasta la proclamación de la II República; luego cayó en el desuso, hasta que en 1993 fue rehabilitado por el ayuntamiento de Santander y su universidad, que lo transformaron en un precioso edificio donde se celebran conferencias, bodas y otros eventos. Los alrededores del palacio comprenden jardines y unas vistas preciosas al mar. El Gran Casino del Sardinero (muy cerca de nuestro hotel) es una edificación de corte clásico que data de 1916, y es uno de los símbolos de la ciudad. A su lado se encuentra el Hotel Real, inaugurado justo un año después que el casino y que cuenta con un enclave privilegiado al lado de la bahía y el mar abierto. Allí es donde se encuentra el Sardinero, la playa más famosa de la ciudad, desde que en 1850 comenzaran a llegar los primeros bañistas y se crearan algunas instalaciones para ellos. Su popularidad que se vería incrementada por los veraneos de Isabel II y Amadeo de Saboya.

Entre las iglesias a destacar se encuentran la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, un edificio gótico construido entre los siglos XII y XIV sobre un antiguo monasterio. La Parroquia de la Anunciación (también conocida como la Iglesia de la Compañía) data del S. XVI y llama la atención por encontrarse al final de la calle, encima de algunas tiendas. La Iglesia del Sagrado corazón es de las más resultonas de la ciudad, y no es de extrañar que sea las más solicitadas para las bodas. Inaugurada en 1890, es de estilo neogótico y mide 41 metros de alto.

El Ayuntamiento de Santander es otra edificación destacable, data de 1907 y se compone de tres plantas. Llama la atención por su diseño, coronado por un reloj y un escudo (justo detrás se encuentra el Mercado de la Plaza de la Esperanza).

La Biblioteca y Casa-Museo de Menéndez Pelayo es uno de mis edificios preferidos, y a mi juicio no tiene nada que envidiarle a otras bibliotecas europeas de renombre. Es de estilo historicista y comprende no solo la biblioteca, sino un jardín con la estatua del escritor y su casa, de estilo francés construida en 1876. La biblioteca posee la colección bibliográfica de Menéndez Pelayo, que donó 41.500 volúmenes, muchos de ellos de gran valor.

Una de las plazas más bonitas es la de Pedro Velarde, conocida popularmente como plaza Porticada, de corte neoclásico, construida después del incendio de los años cuarenta, en plena posguerra. Su estilo fue inspirado por la antigua aduana del S. XVIII que se encontraba en la zona y que desapareció tras el incendio. La plaza está rematada por una estatua de Pedro Velarde y fue conocida hasta los noventa por el Festival Internacional de Santander.

Otra de las plazas más famosas es la del Pombo, llamada así por Juan Pombo. La plaza se encuentra al lado del paseo marítimo, no muy lejos de la sede original del Banco de Santader y del Puertochico, cuyas calles fueron la sede de la antigua población marinera antes de trasladarse al Barrio Pesquero.

Éste ha sido mi resumen de nuestra visita a Santander. Espero poder volver algún día con mejor tiempo para visitar sus playas y para acercarme hasta El Soplao para ver sus cuevas.