CÁDIZ (POBLACIONES)

Aunque he estado en varias ocasiones en Cádiz por diferentes motivos, todavía no he podido visitar la capital. De momento la vida me ha llevado hasta Tarifa, Algar y Jerez, lugares de los que me dispongo a hablar superficialmente (a falta de mejor conocimiento) en esta entrada.

Visité Algar durante los meses de Julio y Agosto de 2005. Se trata de un acogedor municipio de mil quinientos habitantes situado a 212 metros de altitud (lo que vuelve sus noches estivales bastante frías) que forma parte de la llamada “ruta de los pueblos blancos” de Andalucía. Algar se encuentra a 87 kilómetros de la capital y se caracteriza por sus desmesuradas cuestas (lo que por otra parte es algo típico de los pueblos de montaña). A pesar de haberse encontrado restos humanos que se remontan al Neolítico, la historia de Algar comienza a finales del S. XVIII, cuando el comerciante Domingo López de Carvajal adquirió unas dehesas que fueron progresivamente pobladas por los trabajadores y sus familias.
Algar se descansa en un enclave privilegiado, junto a los Montes de Propio de Jerez, el Parque Natural de los Alcornocales y el Tajo del Águila, que tuve la suerte de visitar. Este espacio natural se utiliza como camping, además de para actividades naturales como el senderismo. Aquí algunas fotos realizadas durante el Agosto de justicia de 2005:

Tajo del Águila, 4 de Agosto de 2005

Tajo del Águila, Algar

Tajo del Águila: ¡qué tiempos de fotografía analógica!

Visité Jerez de la Frontera en Marzo de 2007, aunque aquella visita nada tuvo que ver con el turismo, por lo que la inspección del lugar, a pesar de ocupar un par de días, quedó considerablemente reducida. Jerez es conocida, entre otras cosas, por su vino, sus caballos y su motociclismo y tiene una población de doscientos mil habitantes, lo que la convierte en la ciudad más populosa de Cádiz. Su historia es antigua y variada, y su nombre deriva de la denominación fenicia “Xera”, que es como llamaba este pueblo a la ciudad, que aparte de por manos fenicias también ha pasado por manos romanas y musulmanas. Jerez posee un extenso patrimonio arqueológico y un sinfín de templos, y no es de extrañar que fuese una vez conocida como la “ciudad de los conventos”, a pesar de que en la actualidad muchas de sus congregaciones están desapareciendo o trasladándose (lo que ha dado lugar a más hallazgos arqueológicos). La Iglesia de San Miguel, el Monasterio de la Cartuja o la Catedral de Jerez son algunos de los ejemplos que ilustran el arte religioso de la localidad, que espero volver a tener la ocasión de visitar para hablar de ella como se merece.

Busto de Luis Cernuda en Plaza de la Mina

Iglesia de San Miguel

Iglesia de Santiago

No es un secreto que las mejores playas (de arena blanca y fina) de Andalucía están en Cádiz, y de eso, Tarifa sabe mucho. Este pueblo famoso por sus vientos cuenta con 18 mil habitantes y está muy acostumbrado a los extranjeros, porque desde su puerto parten y desembarcan barcos a diario (¡cuidado con las llamadas a móviles, que no siempre son efectuadas a través de operadoras españolas!). La punta de Tarifa es el punto más meridional de la península, y desde aquí es sencillo llegar hasta Marruecos (menos de media hora en ferry), lo mismo que desde Algeciras se llega hasta Gibraltar o Ceuta (Algeciras es otra localidad en la que he estado, aunque no me preguntéis si me acuerdo de algo). Tarifa es asimismo un lugar muy apreciado por los surfistas, que cada verano (y en realidad, también cada primavera) bajan para encontrarse con las olas. Como no podía ser de otra forma, en la localidad hay numerosas tiendas dedicadas a este deporte acuático. La última visita a Tarifa (a sus playas, no de paso) la realicé el 7 de Agosto de 2011.

Dunas de arena en una de las playas de Tarfa

Parapentes sobre el mar

Visité Setenil de las Bodegas el 17 de abril de 2016, como parte de una segunda visita a Ronda. Nos habíamos enterado de que cerca de este municipio hay unas ruinas romanas interesantes, que al final, después de muchas curvas y un rato largo en la carretera, no pudimos visitar porque por ser domingo se encontraban cerradas. Así que fuimos hasta el pueblo, que ofrece una bella panorámica con su infinidad de casa blancas. A pesar de que transitarlo en coche es complicado debido a sus muchas cuestas, merece la pena acercarse para observar hasta qué punto las casas y los locales se encuentran fundidos con la roca natural, dando la impresión de que todo se va a venir abajo de un momento a otro: ¡da miedo e impresiona a partes iguales!